¿otro fútbol es posible?
el fútbol se muere. será una larga agonía pero se muere. dentro y fuera del terreno de juego. hace años que el juego en sí está secuestrado por acomplejados y sesudos tipos de maneras recias, gesto torcido y egos desmesurados, tan desmesurados que a veces hasta se permiten hablar de política y legitimar dictaduras del pasado. estos tipos, probablemente presos de viejas frustraciones de origen múltiple, quisieron llevar el fútbol a una pizarra y convertirlo en una ciencia, que como tal resultase infalible, sí, pero al mismo tiempo absolutamente previsible. para ello sometieron al talento si les era necesario y cuando los poseedores de éste se les resistían lo sacaron del campo, ejemplos de ello hay decenas. el resultado ha sido el embrutecimiento del juego, dos equipos de superatletas con la imaginación anulada enfrentados como dos ejércitos de soldados-robot. la consecuencia inevitable ha sido el aburrimiento. los partidos cada vez resultan más soporíferos y las competiciones cada vez se sustentan en mayor medida en la enorme liturgia que las rodea y menos en el juego en sí. es más lo que de acontecimiento sociológico tienen que la belleza en la ejecución del juego propiamente dicho.
pero el fútbol también se muere fuera del terreno de juego. en las últimas semanas hemos asistido a un rebrote de violencia en distintos puntos del planeta futbolero que, sin embargo, no tiene nada de nuevo. ver salir a un entrenador en camilla después de recibir un botellazo de un descerebrado ha sido el punto culminante... por ahora. pero tan grave sucesos tiene sus antecedentes y no son tan cercanos en el tiempo. a Hugo Sánchez le abrieron la cabeza en el estadio del Sestao en 1987, antes Juanito había sido alcanzado por otra botella en Yugoslavia, en un partido de clasificación para el mundial de Argentina'78. eran otros tiempos, otras botellas, pero la misma mentalidad enfermiza.
partidos jugados en campos vacíos porque los hinchas no son capaces de cohabitar sin agredirse debería ser la alarma que nos indicase que estamos cerca de tocar fondo como sociedad. o por lo menos como deporte. porque ¿cómo es posible tanto odio dentro de un simple juego? ¿por qué esa violencia cabe en el fútbol en proporciones mucho mayores que en cualquier otro deporte?. en el baloncesto, probablemente el otro gran deporte de masas de la vieja Europa, no se dan ni una décima parte de sucesos de este tipo y cuando se dan, es más que habitual que anden aficiones de equipos con sección de fútbol por medio. en el ciclismo, el denostado, el gran paria de los deportes, el contacto del aficionado con el deportista es absoluto. ¿alguien se imagina en que se convertiría una etapa de la vuelta ciclista, por ejemplo en los Lagos de Covadonga, con corredores de Sevilla y Betis en la carretera y los ultras de ambos equipos en la cuneta? probablemente no llegaría a meta ni el coche de asistencia técnica. ¿por qué?
si uno se molesta en descontextualizar el lenguaje del fútbol, empezará a entender, tal vez, donde anida el mal. usemos de nuevo la imaginación. si mañana se crease una asociación de, pongamos por caso, informáticos españoles y manifestasen públicamente su deseo de que en cada empresa dedicada al sector se garantizase que sólo un máximo del tres por ciento de los trabajadores de dicha empresa serían extranjeros so pretexto de cuidar la cantera de informáticos españoles, los más comedidos serían víctimas del más absoluto desconcierto. al resto los adjetivos que se nos pasarían por la cabeza inmediatamente serían xenófobos y racistas, sin más. y esperaríamos, eso sí, que la autoridad, de intervenir, fuese para procesarles por estos delitos, no para legislar a su favor. pues bien esto no sucede en el fútbol. en el fútbol hay bula para este tipo de comportamientos abiertamente racistas. la hay para que en la grada se ubique lo más despreciable de nuestra sociedad, en forma de grupos ultras en los fondos, en forma de consejos de administración en los palcos, en forma de avariciosos e inmorales directores y redactores jefes de periódicos de muy dudosa catadura moral. estos, además, pecan de hipócritas con su doble moral que les permite ser los primeros en alimentar todo tipo de rencillas y batallas dialécticas parra luego llevarse las manos a la cabeza cuando sobrevienen las tragedias y hacer unos exámenes de conciencia sonrojantes por frívolos y vacuos. el fútbol es, en definitiva, un microcosmos donde los valores fundamentales sobre los que se deben sustentar las sociedades cuando quieren sobrevivir, se convierten en secundarios, y esto sucede porque los individuos que configuran este microcosmos aparcan esos valores en beneficio de los suyos propios abocando al grupo al exterminio.
puede que al final el fútbol no se muera. por lo menos no como fenómeno sociológico. como deporte, como juego, agoniza. por eso a los que nos gusta nos sentimos obligados a intentar ponerle remedio, denunciando a los culpables o renegando de nuestro equipo de toda la vida cuando éste tan sólo es capaz ya de arrancarte bostezos.
mientras el fútbol siga siendo de los Capello, Lopera, Del Nido, Relaño o Trappatoni; mientras ganen los italianos; mientras los estadios y aledaños sigan siendo de ultras sur, boixos, frentes varios y uno tenga que esconder su bufanda atemorizado hasta estar en su asiento; mientras puedas morir por ir a ver un partido; mientras se consientan todo tipo de manifestaciones de racismo, xenofobia o incitación a la violencia; mientras haya más de Emerson o Makelele que de Zidane o Messi en el campo; mientras todo esto suceda algunos nos iremos alejando cada vez más del fútbol hasta que sólo nos quede el recuerdo de los Maradona, Butragueño, Romario, Laudrup, Van Basten, Onésimo o Futre, hasta que sólo nos quede jugar en el barrio con los amigos "hasta que el sol se ponga, el que meta el último gana" y entonces sí, entonces recordemos cuanto nos gusta el fútbol. nuestro fútbol.
pero el fútbol también se muere fuera del terreno de juego. en las últimas semanas hemos asistido a un rebrote de violencia en distintos puntos del planeta futbolero que, sin embargo, no tiene nada de nuevo. ver salir a un entrenador en camilla después de recibir un botellazo de un descerebrado ha sido el punto culminante... por ahora. pero tan grave sucesos tiene sus antecedentes y no son tan cercanos en el tiempo. a Hugo Sánchez le abrieron la cabeza en el estadio del Sestao en 1987, antes Juanito había sido alcanzado por otra botella en Yugoslavia, en un partido de clasificación para el mundial de Argentina'78. eran otros tiempos, otras botellas, pero la misma mentalidad enfermiza.
partidos jugados en campos vacíos porque los hinchas no son capaces de cohabitar sin agredirse debería ser la alarma que nos indicase que estamos cerca de tocar fondo como sociedad. o por lo menos como deporte. porque ¿cómo es posible tanto odio dentro de un simple juego? ¿por qué esa violencia cabe en el fútbol en proporciones mucho mayores que en cualquier otro deporte?. en el baloncesto, probablemente el otro gran deporte de masas de la vieja Europa, no se dan ni una décima parte de sucesos de este tipo y cuando se dan, es más que habitual que anden aficiones de equipos con sección de fútbol por medio. en el ciclismo, el denostado, el gran paria de los deportes, el contacto del aficionado con el deportista es absoluto. ¿alguien se imagina en que se convertiría una etapa de la vuelta ciclista, por ejemplo en los Lagos de Covadonga, con corredores de Sevilla y Betis en la carretera y los ultras de ambos equipos en la cuneta? probablemente no llegaría a meta ni el coche de asistencia técnica. ¿por qué?
si uno se molesta en descontextualizar el lenguaje del fútbol, empezará a entender, tal vez, donde anida el mal. usemos de nuevo la imaginación. si mañana se crease una asociación de, pongamos por caso, informáticos españoles y manifestasen públicamente su deseo de que en cada empresa dedicada al sector se garantizase que sólo un máximo del tres por ciento de los trabajadores de dicha empresa serían extranjeros so pretexto de cuidar la cantera de informáticos españoles, los más comedidos serían víctimas del más absoluto desconcierto. al resto los adjetivos que se nos pasarían por la cabeza inmediatamente serían xenófobos y racistas, sin más. y esperaríamos, eso sí, que la autoridad, de intervenir, fuese para procesarles por estos delitos, no para legislar a su favor. pues bien esto no sucede en el fútbol. en el fútbol hay bula para este tipo de comportamientos abiertamente racistas. la hay para que en la grada se ubique lo más despreciable de nuestra sociedad, en forma de grupos ultras en los fondos, en forma de consejos de administración en los palcos, en forma de avariciosos e inmorales directores y redactores jefes de periódicos de muy dudosa catadura moral. estos, además, pecan de hipócritas con su doble moral que les permite ser los primeros en alimentar todo tipo de rencillas y batallas dialécticas parra luego llevarse las manos a la cabeza cuando sobrevienen las tragedias y hacer unos exámenes de conciencia sonrojantes por frívolos y vacuos. el fútbol es, en definitiva, un microcosmos donde los valores fundamentales sobre los que se deben sustentar las sociedades cuando quieren sobrevivir, se convierten en secundarios, y esto sucede porque los individuos que configuran este microcosmos aparcan esos valores en beneficio de los suyos propios abocando al grupo al exterminio.
puede que al final el fútbol no se muera. por lo menos no como fenómeno sociológico. como deporte, como juego, agoniza. por eso a los que nos gusta nos sentimos obligados a intentar ponerle remedio, denunciando a los culpables o renegando de nuestro equipo de toda la vida cuando éste tan sólo es capaz ya de arrancarte bostezos.
mientras el fútbol siga siendo de los Capello, Lopera, Del Nido, Relaño o Trappatoni; mientras ganen los italianos; mientras los estadios y aledaños sigan siendo de ultras sur, boixos, frentes varios y uno tenga que esconder su bufanda atemorizado hasta estar en su asiento; mientras puedas morir por ir a ver un partido; mientras se consientan todo tipo de manifestaciones de racismo, xenofobia o incitación a la violencia; mientras haya más de Emerson o Makelele que de Zidane o Messi en el campo; mientras todo esto suceda algunos nos iremos alejando cada vez más del fútbol hasta que sólo nos quede el recuerdo de los Maradona, Butragueño, Romario, Laudrup, Van Basten, Onésimo o Futre, hasta que sólo nos quede jugar en el barrio con los amigos "hasta que el sol se ponga, el que meta el último gana" y entonces sí, entonces recordemos cuanto nos gusta el fútbol. nuestro fútbol.
Etiquetas: capitalismo, deporte, diversión, fútbol, juego, racismo, violencia, xenofobia
escrito por Hubert a las 22:17