un vivo de mierda
alegrarse por la muerte de alguien parece ser que no está muy bien visto. antes hay que calibrar cuales han sido los crímenes acumulados en una vida de infamia para ser merecedor de tan dudoso privilegio y entonces, si el tamaño de éstos es desproporcionado hasta poder ser considerado, por ejemplo, un genocida, estamos autorizados moralmente a esbozar una leve sonrisa, incluso a hacer una crítica severa pero no despiadada, que los muertos no se pueden defender. que corra el champán, se baile, cante y celebre por las calles ya parece un exceso injustificable, y eso que hay excesos que se pueden llegar a justificar.
hace unas semanas fuimos a ratos espectadores, a ratos actores, a ratos las dos cosas, de todo tipo de reacciones ante la muerte de un cruel y despiadado asesino. y a propósito de esta noticia, decíamos en este mismo espacio que había otra botella de cava esperando en la nevera, ésta para el día que Fraga nos deje (en paz).
los méritos de los que el ex ministro franquista se ha hecho acreedor para ser deudor de tal honor son múltiples. miembro de la Falange desde su juventud fue parte activa en la ejecución de varias penas de muerte, como las de Julián Grimau, Francisco Granados y Joaquín Delgado, ejecutados en distintos procesos durante 1963 o las del más sonado Proceso de Burgos, en el que se firmaron seis penas de muerte para los acusados del asesinato de Melitón Manzanas, comisario de policía vasco acusado de torturas y fusilamientos de opositores al régimen y a quién, por cierto, el gobierno de Aznar otorgó la Medalla al Mérito Civil a título póstumo en el año 2001.
pero de todos los episodios oscuros de la historia reciente de España tras los que ha estado la siniestra mano de Manuel Fraga, hay uno especialmente espeluznante, cruel y al mismo tiempo muy significativo que, sin embargo ha resultado convenientemente silenciado, tememos que en aras de la concordia y la convivencia. el 3 de marzo de 1976 había convocada una asamblea de trabajadores en la iglesia de San Francisco de Asís, de Vitoria. la reunión fue interrumpida por la policía que cargó, con la autorización de su máximo responsable, el execrable Manuel Fraga, ministro de interior por aquel entonces, contra los asistentes. resultado: tres obreros muertos esa misma noche, abatidos a tiros. dos más en los días siguientes a cuenta de las heridas recibidas en la carga policial. decenas de heridos, algunos con secuelas de por vida. ¿reacción de la policía? "hemos contribuido a la mayor paliza de la historia" ¿reacción de Fraga? su archifamosa frase "la calle es mía".
al igual que Pinochet, es seguro que jamás rendirá cuentas ante la justicia. y en este caso el delito es mayor porque ni siquiera se ha hecho amago de que así sea. pero a Fraga el tiempo se le acaba. no pedirá perdón porque, en realidad, no cree haber errado, y eso es lo más trágico. que ni ha mostrado ni muestra el menor arrepentimiento por ninguno de sus abominables crímenes. por eso lo de la botella de cava, por eso se irá de este mundo llevándose con él todo nuestro desprecio y por eso, hasta que ese día llegue, su existencia será para muchos, y parafraseando a Benedetti, la de un vivo de mierda.
hace unas semanas fuimos a ratos espectadores, a ratos actores, a ratos las dos cosas, de todo tipo de reacciones ante la muerte de un cruel y despiadado asesino. y a propósito de esta noticia, decíamos en este mismo espacio que había otra botella de cava esperando en la nevera, ésta para el día que Fraga nos deje (en paz).
los méritos de los que el ex ministro franquista se ha hecho acreedor para ser deudor de tal honor son múltiples. miembro de la Falange desde su juventud fue parte activa en la ejecución de varias penas de muerte, como las de Julián Grimau, Francisco Granados y Joaquín Delgado, ejecutados en distintos procesos durante 1963 o las del más sonado Proceso de Burgos, en el que se firmaron seis penas de muerte para los acusados del asesinato de Melitón Manzanas, comisario de policía vasco acusado de torturas y fusilamientos de opositores al régimen y a quién, por cierto, el gobierno de Aznar otorgó la Medalla al Mérito Civil a título póstumo en el año 2001.
pero de todos los episodios oscuros de la historia reciente de España tras los que ha estado la siniestra mano de Manuel Fraga, hay uno especialmente espeluznante, cruel y al mismo tiempo muy significativo que, sin embargo ha resultado convenientemente silenciado, tememos que en aras de la concordia y la convivencia. el 3 de marzo de 1976 había convocada una asamblea de trabajadores en la iglesia de San Francisco de Asís, de Vitoria. la reunión fue interrumpida por la policía que cargó, con la autorización de su máximo responsable, el execrable Manuel Fraga, ministro de interior por aquel entonces, contra los asistentes. resultado: tres obreros muertos esa misma noche, abatidos a tiros. dos más en los días siguientes a cuenta de las heridas recibidas en la carga policial. decenas de heridos, algunos con secuelas de por vida. ¿reacción de la policía? "hemos contribuido a la mayor paliza de la historia" ¿reacción de Fraga? su archifamosa frase "la calle es mía".
al igual que Pinochet, es seguro que jamás rendirá cuentas ante la justicia. y en este caso el delito es mayor porque ni siquiera se ha hecho amago de que así sea. pero a Fraga el tiempo se le acaba. no pedirá perdón porque, en realidad, no cree haber errado, y eso es lo más trágico. que ni ha mostrado ni muestra el menor arrepentimiento por ninguno de sus abominables crímenes. por eso lo de la botella de cava, por eso se irá de este mundo llevándose con él todo nuestro desprecio y por eso, hasta que ese día llegue, su existencia será para muchos, y parafraseando a Benedetti, la de un vivo de mierda.
Etiquetas: asesinato, dictadura, guerra civil, manuel fraga, muerte, partido popular, pena de muerte, pp
escrito por Hubert a las 21:35